"Los dueños", la película de los tucumanos Ezequiel Radusky y Agustín Toscano anda cosechando elogios y haciendo rodar la tonada tucumana y el paisaje famaillense por el mundo, y este mes ya pasó por Hollywood. Esta semana le llega a Simoca el privilegio de haber sido elegida locación para un producto audiovisual: en la ciudad de los sulkys, un equipo de mendocinos y tucumanos filma el segundo capítulo de "Ranchera", una miniserie cuya particularidad es su carácter "federal": una suerte de road movie criollo que se filma en distintas provincias. Hace unos días, alumnos de la Escuela de Cine de la UNT estrenaron "Tazas", su ópera prima en formato de largometraje. En ese filme también sobresalen la tonada vernácula y paisajes fácilmente reconocibles por las audiencias locales. Y hoy, en una sala de cine comercial, de Yerba Buena, los tucumanos podrán ver en la pantalla grande otro filme de factura tucumana y con algo de española: "Treinta días antes". Ese filme, cuentan sus responsables, se hizo con poca plata y con el aporte del talento de muchos tucumanos.
El fervor por la producción audiovisual que se está viviendo en la provincia abreva de por lo menos cuatro fuentes: la ya consolidada carrera de Teatro de la Facultad de Artes de la UNT, la emergente Escuela de Cine de la misma universidad; las nuevas tecnologías digitales, que ayudan ostensiblemente a reducir costos, y la Ley de Medios, que, en teoría, deberá garantizar en las pantallas locales contenidos propios, realizados por productores también vernáculos. Por ahora, la controvertida norma sigue siendo más una promesa a largo plazo que un hecho. Y una promesa que, a primera vista, entusiasma más a los hacedores, a los creadores, que a los propietarios de medios, que tendrán que convencer al mercado publicitario de las bondades de las nuevas ofertas audiovisuales. De todos modos, el ideario de hacer cine en Tucumán va más allá de esta norma que todavía sigue haciendo olas. Veamos: en 2005, la Escuela de Cine, Video y TV nació como una necesidad de la UNT de actualizar su oferta de disciplinas; en ese contexto se ajustaba esa habilitación; una respuesta casi natural a una época -la actual- atravesada por lo visual. Y llegamos a "Tazas". Ocho años después, lo que arrancó como un trabajo práctico de alumnos de cuarto año de la Escuela de Cine presentan su primer largometraje. Imposible medir a esa película con la vara con la que se mide un producto profesional. Lo que sí vale destacar es, por un lado, el esfuerzo colectivo que hubo detrás de la película, el aprendizaje del trabajo en equipo; sumado a ello, en estos tiempos en que las nuevas generaciones -y las viejas- surfean la ola de la inmediatez, que 40 alumnos universitarios, estimulados por algunos docentes, hayan apostado al largo plazo, a la cocina en fuego lento, ya es un gran mérito.
Una cuestión medular es la financiera. La factura de una película nunca es gratis, ni barata, por más "bajo costo" que se predique del filme. Llegados a ese rubro, el menú de opciones no es amplio: pueden surgir (pasó con "Los dueños") una productora que avizore la valía del producto; o aportes independientes y empresarios, como ocurrió con "30 días antes" (atención San Martín, que Atlético aportó su cuota de mecenazgo albiceleste en la película). Y puede, como acontece con la mayoría de las experiencias no profesionales ("Tazas") que se requiera del aporte estatal. Al parecer, desde ese sector hubo promesas incumplidas, o dilatadas. Pero los alumnos de la Escuela lo hicieron todo a pulmón, como todos los ejemplos de esta columna. Por eso, vale salvar una omisión: no son cuatro las fuentes que facilitan el furor por el cine en Tucumán, sino cinco: sin el espíritu emprendedor que caracteriza a las nuevas generaciones sería impensable hacer cine.